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Rubén: «Algunas personas con VIH se sienten más cómodas en entornos bareback»

Hace unas semanas publicaba un post donde comentaba la tesis doctoral de Rubén Ávila sobre sexo a pelo y campañas de salud sexual. Ahora he tenido la suerte de poder conversar con él sobre éste y otros temas delicados, como la responsabilidad en una transmisión de VIH, su posición personal sobre el bareback en tanto hombre que tiene sexo con otros hombres (HSH), el calculo del riesgo en una relación usando diferentes métodos de prevención (o no usando ninguno), PreP, tests de STIs, etc. Todo en primera persona, desde su propia experiencia.

No digo más. Aquí os dejo la entrevista literal.

Miguel: Es un poco incómodo de preguntar, pero ¿cuál es tu estatus serológico? ASS- es un blog sobre visibilidad VIH y, aunque entiendo que nadie tiene que ir por la vida sacando su parte médico, aquí y de modo excepcional, hablamos también desde nuestro estatus serológico. Hasta que un día no haga falta hacerlo.

Rubén: No te preocupes, para mí no es incómodo. Aunque sí que es una pregunta que me han hecho muchas veces al trabajar en la promoción de la salud sexual y, más específicamente, al hablar de bareback: la interpelación sobre el estado serológico. En palabras más sencillas, cuando se habla de VIH (y, sobre todo, si lo haces desde una perspectiva crítica) siempre surge esa pregunta: ¿cuál es tu estado? Eres gay y te dedicas a la salud sexual, entonces ¿tienes VIH?

Sé que, como dices, se trata de un blog sobre visibilidad VIH y, en este contexto, cobra sentido la pregunta. Pero no siempre es tan relevante y, por ello, quería matizar mi respuesta. Hablando de mí: en los últimos análisis (hace algo más de un año) el resultado fue negativo.

M: ¿Follar a pelo te hace más libre? ¿De qué?

R: Érik Rémès es, probablemente, uno de los autores que más ha sido criticado por hablar de sexo a pelo en Francia. Sin embargo, lo que plantea en su texto ayuda a reflexionar sobre el contexto social en el que emerge el sexo bareback. Él habla de libertad en el sexo sin preservativo “Libre: bajo de la cruz. En la casa del bareback, me siento bien, sin complejos ni culpabilidad (si es que los he tenido alguna vez…). Me siento libre. Aliviado de cualquier vergüenza. Estoy contento y orgulloso, feliz incluso. Ni mi homosexualidad ni mi seropositividad siguen siendo mi afrenta. A mi alrededor, los hombres como yo que no mienten, que pueden vivir sus fantasías, sin la cruz”.

Sinceramente, yo no creo que follar a pelo te haga más o menos libre, pero muchas de las personas que no usan el condón de forma sistemática sí que hablan de un sentimiento de liberación frente a una presión hacia el sexo más seguro. Si alguien se siente liberado al no usar el preservativo es que, de algún modo, puede existir una norma social que le obliga a ponérselo (evidentemente no para todo el mundo), y, como persona que me dedico a la promoción de la salud sexual, ese es el aspecto que más me interesa. ¿Cuál es el peligro de pensar la prevención solo en términos binarios (sano/enfermo, seguro/riesgo)? Para mí, es necesario trabajar acerca del estigma y el miedo asociados a la infección para poder entender el motivo por el que, para algunas personas, el sexo seguro es incómodo.

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[Los pie de foto los pone el propio Rubén]. Stop Sida:  gran parte de mi trabajo de intervención lo he hecho en Stop Sida y he elegido una foto de cuando nos vamos de fin de semana de formación con los compañeros de la comisión de voluntarios en la que estoy ahora mismo. La foto representa el trabajo de intervención que se lleva a cabo en la ONG (y en el que creo) y todo lo que he aprendido con mis compañeros.

M: ¿Hay algo así como un «derecho a follar a pelo»? ¿Cuál es tu posición personal con respecto a eso?

R: El tema de los derechos en salud sexual es un tanto controvertido. En primer lugar, existen legislaciones diferentes en función del país del que hablemos. Por lo que habría que matizar la respuesta según el contexto.

Para mí, no se trata tanto de si la persona tiene la libertad o no de follar a pelo (porque, evidentemente, es difícil decir que no), sino de que debemos hablar de salud sexual (los que nos dedicamos a su promoción) desde una perspectiva de derechos humanos. Me explico. Hablar del VIH desde esta perspectiva comporta situar a los hombres que tenemos sexo con otros hombres como sujetos poseedores de esos derechos y al Estado como agente que debe garantizar que se cumplan. Este planteamiento asume que cada uno debe tener la posibilidad de decidir y elegir libremente cómo vivir y entender sus relaciones sexuales.

Ahora bien, hay una serie de factores sociales que tienen un impacto en lo que hacemos. Retomando lo que te comentaba anteriormente, voy a intentar explicarlos a continuación, aunque son algo complejos. No se trata solo de exponer que alguien puede decidir cómo y cuándo cuidarse, sino de garantizar que se dan las condiciones sociales para que la persona lo pueda hacer realmente. La existencia de la homofobia, la serofobia o el rechazo a algunas prácticas sexuales menos comunes (entre otros muchos factores) tiene también un impacto en el tipo de prácticas sexuales. En las entrevistas de la tesis —y también hablando con amigos— algunas personas con VIH dicen que se sienten más cómodas en entornos bareback, y eso me preocupa. En algunos casos —evidentemente, no en todos— este tipo de socialización les permite encontrar a personas en su misma situación con las que hablar de lo que necesitan.

Igualmente, el hecho de que se construyan mensajes como “uno de cada tres HSH tiene VIH” o “parar el VIH empieza por ti” refuerza esa homofobia o esa serofobia y, eso, vulnera, de algún modo, el derecho de las personas. Por ello, creo que hay que hacer un gran trabajo por construir discursos que no polaricen y que no estigmaticen. Porque, si no, no se garantizan esos derechos, más allá de que cada uno pueda o no decidir qué quiere hacer.

M: ¿Tú crees en una noción de responsabilidad con respecto a la salud sexual? ¿Cómo distinguirías responsabilidad personal versus comunitaria versus institucional —si es que crees en la responsabilidad—? Si no crees en responsabilidad, ¿hay otro término que te aplicas con respecto al sexo?

R: Éste es otro tema controvertido. Tú ya has hablado de ello en tu blog. ¿Hasta qué punto existe una responsabilidad comunitaria en relación con el VIH? ¿Qué significa hablar de responsabilidad individual? En muchos casos, cuando leo artículos (o cuando charlo con amigos) sobre el tema, parece que el término responsabilidad sea sinónimo de culpabilidad. Desde mi punto de vista, es necesario dejar de hablar de la responsabilidad de la transmisión del virus en términos individuales o comunitarios. Porque hay muchos factores implicados en la transmisión: los intereses económicos, las políticas sociales, los planes de actuación, etc.

El problema es que la responsabilidad de la transmisión suele situarse sobre la persona con VIH. De hecho, hoy en día, se señala principalmente a la persona con VIH que no sabe que lo tiene (o que tiene una carga viral alta). En muchas campañas de prevención se imprimen mensajes como “parar el VIH depende de ti” y esto, necesariamente, alberga un tono de culpa. Por suerte —y creo que es necesario añadir este apunte en este momento—, no todas los discursos de promoción de la salud sexual responsabilizan a la persona con VIH. De hecho, algunas organizaciones en España (Stop Sida o Creación Positiva, entre otras) han dedicado gran parte de sus esfuerzos a un enfoque más integral que también aborde las necesidades de las personas con VIH en este campo, por ejemplo.

En mis relaciones sexuales, en general, uso el preservativo. Con todo, como muchas otras personas, no siempre lo he hecho. El problema es todo el sentimiento de culpabilidad que viene después de no usarlo y que está ligado a esa responsabilidad. Para personas cercanas a mí, esta emoción ha aumentado más todavía al recibir un diagnóstico positivo (“esto me pasa por tener sexo de forma esporádica”) o al tener sexo con una pareja seronegativa (“aunque me he puesto el preservativo, puede estar poniéndole en riesgo”).

En mi caso, lo que es necesario es que las personas que estamos teniendo sexo seamos conscientes de lo que queremos y que lo podamos hablar. Relacionándolo con lo que hemos hablado antes, la responsabilidad sería la seguridad de que no se están vulnerando los derechos de las personas que están follando. Se trata de pactar las reglas, si se quiere, entre todos los participantes (de forma explícita o implícita, porque en algunos sitios es difícil iniciar una conversación).

M: ¿Qué es el riesgo? ¿Cómo lo calculas tú?

Ésta es también una pregunta compleja porque aborda otro de los temas que más interesantes me parecen acerca del VIH. ¿Qué es el riesgo y cómo se calcula actualmente? Hay muchos estudios que hablan acerca de la definición de riesgo en las sociedades actuales (y lo desarrollo con más detalle en la tesis). Pero este es un concepto demasiado teórico.

Yo entiendo el riesgo para la infección por VIH como algo gradual. En general, cuando follamos, tenemos diferentes tipos de prácticas sexuales y, en función de muchos factores, el riesgo puede variar. Por ejemplo, aunque se trata de una práctica de alto riesgo, no es lo mismo follar a pelo y usar lubricante, que no hacerlo. Desde hace tiempo, en algunas organizaciones intentan trabajar desde esta perspectiva.

Pero, volviendo a tu pregunta, para mí no es un todo o un nada. Dependiendo de la situación en la que esté, valoro el riesgo y, en función de ello, decido cómo seguir. Es algo bastante inconsciente, pero que, después de todos estos años de promoción de la salud sexual, he intentado aplicarme. Para mí es poco probable asegurar que siempre, en todos los casos y con todas las personas, voy a tener sexo con preservativo. Por ello, más que ponerme un límite (“esto no lo voy a hacer nunca”), lo valoro y decido en la situación.

M: ¿Cómo aplica Rubén, como hombre que tiene sexo con otros hombres, lo que estudia como investigador? En mi caso, por ejemplo, lo que escribo para el blog me hace cuestionarme premisas que yo creía tener muy claras en mis prácticas sexuales. Por ejemplo, mi serofobia interna, con la que aún estoy lidiando. ¿Has cambiado la forma en que te relacionas sexualmente a partir de tu investigación con barebackers?

R: De muchas maneras, aunque la más evidente tiene que ver con la frecuencia de mis prácticas sexuales. Tengo que confesarte que, las épocas en las que más me he dedicado a la investigación (y a la intervención) han sido las que menos sexo he tenido. [¡¡A mí también me pasa desde que escribo este blog!!]. No tanto por miedo, sino por cansancio del tema. No quería, por ejemplo, conectarme a una aplicación y empezar a responder o formular preguntas como “¿qué te gusta?” o “¿follas a pelo?”. 

Más allá de esta confesión, abordar este tema me ha ayudado a darme cuenta, también, de mis prejuicios acerca del VIH y del sexo sin preservativo. A entender, si quieres, las dificultades a las que muchas personas se enfrentan con relación al sexo. Y, por supuesto, a las mías propias.

Finalmente, me ha ayudado a acercarme más a las personas y a alejarme más de las intervenciones. No sé si me explico: muchas intervenciones se piensan con buena voluntad, con ganas de mejorar la situación actual del VIH, pero se llevan a cabo sin tener en cuenta los efectos que éstas pueden tener en las personas que van a recibir esos mensajes. Se intentan llevar a cabo intervenciones que pueden estar bien pensadas desde un punto de vista biomédico, pero que tienen muy poco (o nada) en cuenta la dimensión psicosocial. Por ejemplo, cuando alguien —o algún cartel, o alguna institución— te dice que, por ser un hombre que tiene sexo con otro hombre, tienes que hacerte la prueba cada cierto tiempo, probablemente lo hace con la (buena) intención de controlar la carga viral comunitaria y de que puedas empezar a tomarte el tratamiento cuanto antes. Sin embargo, no se tienen en cuenta otros factores de ese mensaje, esto es, los efectos que lo que se está diciendo tienen sobre cómo tú te ves a ti mismo —como personas con VIH o como persona que no se ha protegido—.

En definitiva, pienso que la investigación me ha ayudado a mejorar ese aspecto, tanto en mi vida personal, como en mi vida profesional. A entender más a las personas y a escucharme más a mí.

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Tesis: ha sido un trabajo más solitario y, sobre todo, desde una perspectiva más académica, pero me ha permitido tener la libertad de pensar y hablar de otras muchas cosas que no había podido desarrollar en la intervención. Además, el hecho de hacerla me llevo de vuelta a la ONG y estoy muy contento de haber podido, de algún modo, retomar el contacto con mis compañeros y con el trabajo que allí realizaba.

M: ¿Es la promiscuidad en HSH una práctica libertaria? ¿Cómo se relacionan promiscuidad y sexo a pelo? ¿Sexo a pelo con tu pareja se considera bareback? Creo que en la tesis decías que no.

R: No es que yo crea que el sexo con tu pareja no sea bareback. De hecho, en muchos vídeos de xtube, por ejemplo, se habla de “bb wth my bf” [bareback with my boyfriend —sexo a pelo con mi novio]. Sin embargo, desde la investigación y desde muchas políticas de salud pública se delimita el bareback como la práctica de sexo anal sin preservativo intencionada en parejas casuales.

Creo que, al tratarse de una etiqueta que utilizamos para definir un tipo de sexo determinado —o, mejor dicho, un imaginario sexual—, el término bareback tiene muchos significados. Como intento definir en la tesis, no se trata tanto de con quién usas el condón, como el motivo por el que lo haces. Así, pues, para mí —y habrá personas que no estarán de acuerdo— la diferencia no tiene que ver con la persona con la que follas, sino con si es un descuido o si es una decisión.

Respondiendo, muy brevemente, a la segunda parte de tu pregunta: no, no creo que tener sexo con muchas personas sea una práctica libertaria. Simplemente, se trata de algo que no encaja en el modelo de relación sexual-afectiva más generalizado.

M: Uno de tus entrevistados dice que el bareback es «sexo puro». ¿Qué es sexo puro para ti? ¿Crees que el condón limita la intimidad? ¿Crees que el condón es un mecanismo de control institucional? ¿Qué relación  personal tienes tú con los condones? Yo los odio.

R: No, para nada. Entiendo que follar con condón pueda limitar la intimidad a algunas personas, pero creo que es porque existe un imaginario social determinado de lo que es intimidad en el sexo —y tiene que ver con hacerlo sin condón—. En este punto podríamos empezar a hablar de la masculinidad en las relaciones sexuales entre hombres que tenemos sexo con otros hombres, pero eso daría para otra entrevista. Nos sentimos, muchas veces, más cerca de la otra persona cuando no existe el preservativo, probablemente porque nos acerca más a una idea de relación “segura”. Para mí no es así, pero entiendo que para muchas personas sí pueda ser así.

En términos generales, no he tenido dificultades para ponerme el preservativo, pero alguna vez me ha parecido más excitante hacerlo sin. Para algunas personas, esto tiene que ver con el grado de solidez de su relación. Para mí, no ha sido así: he podido tener sexo sin preservativo con personas menos cercanas y usar el preservativo de forma sistemática con mi pareja. Depende del momento aunque, como te digo, en general, he usado el preservativo en muchas de mis relaciones sexuales.

Con todo, como te comentaba, el problema es que la prevención del VIH dirigida a los hombres que tenemos sexo con otros hombres se ha llevado a cabo intentando establecer un contexto social en el que la salud sexual es un valor moral. Esto se ha hecho, principalmente, delimitando el uso del preservativo como algo deseable y alarmando sobre el número de nuevos casos de infecciones entre hombres gais y bisexuales. Una de las últimas campañas del Ministerio de Sanidad de España, por ejemplo, hablaba de que “el SIDA ya no es algo del pasado, para los HSH”. Lo que te lleva a que, si eres un hombre que tienes sexo con otros hombres, DEBES ponerte el preservativo. Desde ese punto de vista, entiendo que el chico de la entrevista dijera que para él el sexo sin preservativo es sexo puro.

M: Mi marido inició un tratamiento de PrEP hace un par de años, y yo decidí no hacerlo (era aún seronegativo), porque tenía a Preciado en mi cabeza previniéndome contra el régimen farmacopornográfico [industrias farmacéutica y pornográfica como formas de disciplinamiento del capitalismo]. Hoy escribo como seropositivo. ¿Cómo te relacionas tú personalmente con ese régimen farmacopornográfico? ¿Cuál es la incidencia del porno en las prácticas bareback?

R: Pues no me relaciono muy bien con el régimen farmacopornográfico. Para mí, Beatriz Preciado también fue una revelación. Actualmente, muchas organizaciones dedicadas a la atención a personas con VIH —y la reducción de su estigma— están preocupándose, de forma casi exclusiva, por la PrEP y la bajada de la carga viral comunitaria. Aunque entiendo el modelo biomédico que hay detrás, no me parece un gran avance. Se están descuidando otras áreas que tienen que ver con las personas con VIH: sus necesidades sexuales, cómo abordar el diagnóstico y cómo comunicarlo, con quién hablar de cómo te sientes. Muchas personas con VIH que conozco no encuentran sitios en los que hablar de todo esto (ni personas con las que hacerlo) y, sin embargo, sí que hay una gran inversión de tiempo y de dinero en lo biomédico. No creo que sea casual el hecho de que casi toda la intervención tenga que ver con fomentar el tratamiento (incluso para las personas que no tienen VIH).

Así, por ejemplo, el tratamiento con Truvada que se usa para la PrEP puede tener efectos para la persona que los toma y, de eso, no se dice nada en las campañas o en los medios de comunicación. Entiendo que esta estrategia pueda ser adecuada en algunos casos, pero los discursos que se están generando para pedir que se administre son peligrosos. Estos discursos están muy asociados a la sobrerrepresentación del riesgo en las relaciones sexuales entre hombres y a la objetivación de la persona con VIH, por lo que es necesario reflexionar sobre su impacto. Más todavía, teniendo en cuenta que están apareciendo en medios de comunicación.

Además, como ya he dicho antes, otra de las estrategias biomédicas es la bajada de la carga viral comunitaria. Esto se consigue de dos formas: con la detección precoz de los nuevos casos de infección y con el inicio del tratamiento lo antes posible. El problema es que, para eso, nuevamente, se usan discursos como las que ya he comentado anteriormente. Además, se inicia el tratamiento cuanto antes en personas con una carga viral no tan alta sin que se reflexione, detenidamente, sobre la toxicidad que puede tener.

En definitiva, creo que la PrEP tiene que plantearse como una herramienta más que las personas tenemos para cuidarnos, como hacerse la prueba de forma gratuita y confidencial, o como recibir el tratamiento si tienes VIH. El problema es centrarse solo en los aspectos biomédicos, presentarlos como órdenes, y olvidarse casi por completo de los sentimientos que hay detrás y de otros aspectos psicosociales.

M: Escribes contra la normalización del sexo con condón. ¿Qué es, para ti, el sexo normal? ¿Es algo deseable?

R: No sé muy bien qué es el sexo normal, pero sí que, en muchos casos, se define lo que es el sexo “no deseable”, es decir, lo que no se debe hacer. Creo que este tipo de discurso puede alejar más a las personas que lo reciben. No creo que usar el condón deba ser lo “normal”, frente a lo “anormal” o lo “abyecto”. Creo que lo deseable es lo que haga a cada persona sentirse bien en un contexto de libertad. Creo que hay que luchar por que no haya personas “abyectas” y por que no haya dicotomías como sin VIH=condón y con VIH=sin condón.

M: ¿Crees que PrEP puede introducir la discusión de que es posible tener «sexo a pelo seguro»? 

R: Desde los discursos de salud pública y de algunas organizaciones, se intenta hablar en todo momento de que se trata una estrategia combinada que debe usarse junto con otras medidas —el uso del preservativo, por ejemplo—. Pero esto no tiene mucho sentido: si usas el condón, ¿para qué vas a tomar también un tratamiento que es, además, bastante caro en EEUU (donde se está administrando actualmente)? En Bélgica, por ejemplo, las personas que están tomando la PrEP en un estudio piloto hablan en los medios de comunicación de que para ellos es mucho más cómodo que el uso del preservativo (es decir, que no se trata, en todos los casos, de una estrategia combinada).

Sin embargo, hay que tener en cuenta que este tratamiento se aprobó por el gobierno de Estados Unidos porque se realizó un estudio con personas que habían tomado la medicación regularmente. A través de este estudio Gilead —empresa que fabrica y cobra el tratamiento— concluyó que Truvada es adecuada como método de prevención. Sin embargo, sólo funciona de forma bastante fiable para las personas que lo toman regularmente. Probablemente sea por ello por lo que el laboratorio subraya que la PrEP se debe utilizar en combinación con otros métodos de prevención más seguros y que no se debe utilizar como el única estrategia de protección contra la infección por el VIH. Por desgracia, esta pieza crucial de información a menudo no se menciona en los muchos artículos de prensa (o de información). Además, en los carteles de promoción de la PrEP se habla poco —o nada— de los efectos secundarios que puede tener el tratamiento, sobre todo a medio y largo plazo.

Por último, de nuevo se plantea la falsa dicotomía seguro frente a no seguro. Cada situación implica riesgos. Evidentemente, follar a pelo y tomar la PrEP reduce la posibilidad de transmisión del VIH, pero no la elimina, y tampoco elimina la posibilidad de transmisión de otras ITS (como la hepatitis C y la sífilis), que a su vez pueden favorecer la transmisión del VIH. Por eso, como decía antes, hay que conceptualizar la PrEP como una herramienta más.

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Pareja: a mi pareja la conocí en Stop Sida (él era voluntario y yo participé en una de las sesiones de formación). Desde entonces, mi trabajo en el campo del VIH se ha visto muy influido por él (incluso hemos escrito un artículo juntos). Tenemos posturas similares y, el hecho de poder compartirlas y debatirlas, ha enriquecido mucho todo el trabajo que he hecho tanto en la intervención como en la investigación.

M: ¿Por qué crees que una buena parte de la discusión sobre HSH gira en torno a la penetración? ¿Es la penetración anal un símbolo identitario para HSH?

R: Aquí no sé muy bien qué responderte. Creo que sí, que tiene que ver con la masculinidad, pero tendría que pensarlo un poco más.

M: ¿Tiene la moral alguna cabida en tus relaciones sexuales? En la tesis estás en contra de dar valor moral al sexo con condón. ¿Consideras, entonces, no una moral, pero sí una ética de salud sexual con respecto a ti y al otro? Si sí, ¿cuál es? Si no, ¿por qué? ¿Hay otros paradigmas de pensamiento que uses en vez de los éticos?

R: Creo que yo no soy mejor o peor persona por tener sexo con condón. Del mismo modo que no creo que alguien sea mejor o peor persona por tomarse el tratamiento. Me parece muy atrevido decir, desde fuera, qué acciones son morales o éticas. Todos pasamos por diferentes momentos en nuestra vida sexual y, por ello, tenemos diferentes prácticas sexuales. Eso no nos convierte en nada. Sin embargo, algunos de los discursos sí le otorgan un valor moral. Nuevamente, me parece engañoso y peligroso: ¿qué pasa si he tenido una práctica de sexo sin preservativo —y me ha gustado—? ¿Tengo que posicionarme de un lado o del otro?

Como desarrollo en la tesis, creo que la “moralidad” en el uso del preservativo en los hombres que tenemos sexo con otros hombres nació, precisamente, en los primeros años de infección.

Cuando aparecieron los primeros casos de sida, la enfermedad sirvió a los discursos de la época para seguir cuestionando la validez moral de la homosexualidad marcándola con el estigma de lo que significaba ser “marica” y tener VIH. El hecho de que los primeros discursos institucionales en los Estados Unidos y gran parte de Europa estuvieran dirigidos, sobre todo, a lanzar mensajes en contra de las prácticas de sexo entre hombres hizo que la mayoría de asociaciones LGTB con incidencia política de la época empezara una lucha por la supervivencia y la imagen pública de los hombres gais y bisexuales.

El interés por las formas de transmisión del virus y la preocupación por el autocuidado empezaron a ser, pues, una prioridad para cualquier tipo de acción homosexual comunitaria, pero, sobre todo, para los hombres homosexuales. En algunos casos estas acciones se llevaron a cabo por la gran cercanía con la enfermedad y sus efectos en las vidas de los homosexuales. Pero, en otros, por intentar que la homosexualidad no fuera vista como un sinónimo de promiscuidad y enfermedad. Creo que eso todavía está presente cuando hablamos del sexo sin condón en la actualidad: para ser un buen homosexual, tienes que protegerte (bien con el condón, bien con la PrEP actualmente).

M: ¿Crees que los barebackers están estigmatizados? ¿Tienes algún ejemplo que hayas presenciado en ese sentido? Si están estigmatizados, ¿por qué el porno bareback está tan extendido? 

R: No creo que los barebackers estén estigmatizados y, como bien dices, hay un gran imaginario acerca del sexo sin condón y del semen. Al mismo tiempo, parece que el mundo está muy polarizado: en muchas páginas de contactos puedes leer a gente muy intransigente a favor o en contra del sexo no seguro (“paso de gente que folla con condón”, “paso de barebackers”). Además, cuando se habla de que alguien tiene sexo sin preservativo de forma consciente, sí se cuestionan los problemas que eso puede tener para su salud. Mucha gente, al hablarle de la tesis, por ejemplo, me ha dicho: “bueno, bien, pero si ellos follan a pelo porque quieren, ¿por qué tenemos que pagarle nosotros el tratamiento?” Ese tipo de discursos, además de simplistas, reflejan una culpabilización de la persona con VIH.

El discurso es mucho más agresivo, claro está, cuando la persona que folla a pelo es alguien con VIH y no se lo está diciendo a la otra persona. Sin pensar que el encuentro sexual, por ejemplo, puede ser en un cuarto oscuro, con muchas más personas y sin la posibilidad de hablar de ello.

M: ¿No hacerte el test de STIs habitualmente es irresponsable? ¿Por qué?

R: No, no lo creo. Creo que es una decisión personal y que habrá que ver por qué alguien no quiere hacerse el test de forma regular: ¿ha tenido relaciones sexuales?, ¿ha tenido prácticas que puedan producir una infección por VIH, o por otras ITS?

Durante muchos años me indignaba cada vez que iba al médico. Siempre me he hecho la prueba en ONG en Barcelona, pero, no sé qué saldrá en mi historial médico, porque cada vez que he ido al médico de cabecera, me han dicho que si quería hacerme la prueba. Aunque fuera por un dolor de cabeza o un resfriado. Y me lo han preguntado sin que yo les dijera si tenía prácticas de riesgo o no, por el mero hecho de ser homosexual. Ese comportamiento médico sí que me parece, si no irresponsable, poco profesional.

 

Me encantaría saber qué piensas de este tema.  En los comentarios abajo, en Facebook, o en amorsexoserologia@gmail.com

Éste es un post de ASS- (Amor, Sexo y Serología), escrito por Miguel Caballero para Imagina Más.

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