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Yina: cuando el VIH es una herida de guerra

“A mí el conflicto armado me enseñó durante cuatro largos años que sólo era un pedazo de carne que se rifaban los comandantes cada noche para saciar sus ganas en la penumbra de la selva”, me cuenta Yina, por escrito. Ha tardado varios días en poder reconstruir su historia para este blog. “Hablarlo es fácil. Escribirlo me ha costado. He hecho catarsis como un berraco.”

Yina vivía con su familia en una zona de guerra entre las FARC y el ejército colombiano. Tenía 15 años y aún no se llamaba Yina. La conocí en un grupo online de seropositivos y parejas serodiscordantes, donde compartí el primer post de este blog. Ella contestó rápido: “¿Será un blog gay o con inclusión de género?” La pregunta era implacable e iba al centro de lo que yo estaba pensando por esos días. ASS- no es un blog gay. Por supuesto habrá mucho gay porque yo soy gay, y la propuesta fundamental de ASS- es, precisamente, dejar de lado por un momento las estadísticas y centrarnos en las experiencias, poner a circular historias personales. Esta decisión viene del convencimiento de que una de las causas principales del estigma contra lxs seropositivxs es que no hay suficientes historias circulando.

ASS- es un blog sobre VIH entendido globalmente. Y globalmente, el VIH afecta ligeramente más a mujeres que a hombres (17.400.000 mujeres, frente a 16.900.00 hombres, según ONU Sida, datos de 2014). La tendencia continúa en esa dirección. Aunque en algunos países el VIH se esté masculinizando, desde 2009 las mujeres superan en número de afectadxs a los hombres a nivel mundial, y la brecha entre ambos grupos sigue abriéndose cada año. Muchos de esos casos, como el de Yina, están atravesados por la violencia machista y la guerra.

Con 15 años, Yina se llamaba de otra forma: tenía el precioso nombre de Citlalli. Me cuenta que era una excelente estudiante, que en su quinceañera soñaba con seguir revalidando las becas que había conseguido hasta el momento para hacer una carrera universitaria. “Mi situación económica era precaria, como la de muchos otros colombianos. Comíamos sólo una vez al día. Por eso, era una prioridad para mi familia que yo estudiara.” Quería hacer psicología, y conforme pasaban los años y seguía con buenas notas parecía que efectivamente lo iba a lograr. Hasta que de repente todo se interrumpió.

Citlalli es una de las muchas mujeres jóvenes que fueron secuestradas por la guerrilla para ser usadas como esclavas sexuales. “Durante cuatro años, mi cuerpo experimentó las más horribles sensaciones. Cuatro años de desgaste de cuerpo, alma y corazón, por las violaciones. Me amarraban a un árbol por las mañanas y era festín de guerra por las noches,” me escribe en un documento de Word de dos cuartillas, que me va aprisionando el pecho a cada párrafo.

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Ésta es la foto que Yina ha querido compartir con nosotros. Es una foto muy importante para ella. Ha pasado varios días buscándola para compartirla aquí.  Tenía 15 años, poco tiempo antes de su secuestro. Aún se llamaba Citlalli.

Cuatro años ininterrumpidamente viviendo esa situación. Hasta que un día de diciembre pudo por fin huir corriendo por la selva junto con otras cautivas. “Había noticias de que el ejército estaba cerca, por lo que teníamos que movernos del campamento, cambiar de sitio. Fue entonces cuando tuve el valor para escapar. Mis compañeras de guerra me decían ‘Corre, Citlalli, corre, Citlalli’. Vi morir a muchas detrás de mí. Yo misma fui herida en piernas, brazos, clavícula. Aún llevo la marca de mis cicatrices y un pedazo de bala como recuerdo de mi valentía por salir con vida de ese horrible lugar.”

Citalli pudo escapar y con mucho esfuerzo comenzó a reconstruir su vida. Cambió de identidad, curó en lo posible sus heridas físicas. Al poco tiempo, no obstante, descubrió que estaba embarazada: “Era mi hija Ángel, que llegaba producto de la guerra. Tomé la decisión de dejarla venir al mundo, a pesar de todo. Quería amarla como jamás me habían amado a mí durante aquellos cuatro largos años.”

Emocionalmente, como dice, diez años después sigue haciendo catarsis como un berraco. Físicamente, la guerra y el machismo le dejaron el cuerpo completamente marcado. “No sólo llegó mi hija hermosa, sino también el VIH. Hace nueve años que recibí el diagnóstico. No me dio la sensación de que era lo peor. Simplemente me quedé tumbada pensando qué podía hacer, cómo lo iba a superar. Ya había pasado por lo más grande, esto era minúsculo. El VIH me acompañaría el resto de mi vida igual que me acompañan las imágenes del pasado. De mí dependía si dejaba que me atormentara o me hacía más fuerte.”

La guerra entre el ejército y las FARC es una guerra plagada de violencia contra las mujeres: raptos, esclavitud sexual, embarazos con los captores, enfermedades de transmisión sexual. Ahora, mientras las conversaciones de La Habana dan frutos, esas historias deben tronar con más fuerza que nunca, para que se reconozca y repare en lo posible el daño que sufrieron estas mujeres, para que las que han sido víctimas de la guerra, no lo sean también de la paz.

“En mi opinión, el proceso de paz no es incluyente. El gobierno y las FARC tienen que querer de verdad que salga adelante. La verdadera reparación es muy difícil, y no hablo de dinero. Hablo de amargura y de perdón. No es fácil olvidar y perdonar al que se llevó lo mejor de tu ser. Pero no es imposible: yo perdonaría a mis agresores si se arrepintieran un día de corazón, no en un show mediático para quedar bien.”

“Hoy ya no soy Citlalli. Hoy tengo otro nombre, otros datos. A cambio de información muy relevante, la Unidad para la Atención y Reparación Integral de las Víctimas me dio una nueva vida, estudios, casa. Decidí ser enfermera, estudiar en la universidad, quería conocer muy de cerca el virus que me dio la guerra y las noches oscuras del pasado.” Yina es enfermera especialista en salud sexual y reproductiva. Acaba de matricularse en el cuarto semestre de la carrera de psicología, donde estudia con becas que consigue gracias a mantener unas calificaciones altas. Ha podido retomar los proyectos académicos que planeaba con quince años. Además de Ángel, tiene otro hijo con su actual pareja.

¿Cómo compartes tu historia con tu compañero?, le pregunto. “Sabe toda mi vida completa. Siempre ha estado a mi lado. Yo fui de frente en todo momento. Estoy segura de que la clave fue decirle desde el principio quién era, cómo era estar con una mujer como yo, segura de sí misma, sin temor al rechazo. El mundo te ve como tú te ves. Él me apoya en mi tratamiento, me ayuda a no desfallecer. Cuando la nostalgia llega, simplemente me da ánimos, tranquilidad, fuerza para seguir y superar algunas discriminaciones puntuales.”

Con su hija Ángel es diferente. “Ella no sabe mi historia ni su pasado. Y así seguirá, pues me hice la promesa de no revelárselo. En cuanto al diagnóstico positivo, estoy en la etapa sicológica de ayudarla a que comprenda por medio de una cartilla infantil a lo que se enfrenta como niña viviendo con VIH.”

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Yina también es una activista destacada en las principales organizaciones que trabajan con el VIH en Colombia, algunas con una orientación específica de género. “Mi reto como mujer que vive con VIH es hacer visibles las violencias que sufrimos simplemente por ser mujeres. La sociedad hace de ti un objeto, mas no un individuo con derechos. Hoy, desde la Red de Mujeres Populares Tejiendo VIHda y desde Recolvih (Red Colombiana de Personas Viviendo con VIH), vivo haciendo la diferencia cada día para alzar la voz de las mujeres que sufrimos estigma, discriminación, vulneración de nuestros derechos sexuales y reproductivos, y se nos violenta física, sexual y sicológicamente.”

El de Yina es un caso extremadamente duro, que nos interpela a todxs de alguna forma. Para lxs seronegativos, es un recordatorio de que detrás de cada seropositivo hay una historia. Hay treinta y cuatro millones y medio de historias, tantas como infectadxs. Que un diagnóstico positivo en sí no dice nada de la persona; que la persona está en la forma como ha abordado su circunstancia, su ética, su compromiso. Para lxs seropositivos, nos tiene que hacer pensar la importancia de la visibilidad, de acabar con la vergüenza y de destruir el estigma que interiorizamos. Escuchen a Yina. Madre a pesar de las circunstancias, enfermera para ayduar a otrxs en situaciones similares a la suya, estudiante universitaria, esposa, activista. Ahora, además, nos cuenta su historia, da la cara, su nombre -sus dos nombres-, su foto. Creo que yo tenía más aprensión que ella al escribir esto. ¿De verdad quieres que dé tus dos nombres? “Sí, los dos. Quiero que aparezcan los dos. Y quiero que se sepa que soy feliz con mis hijos hermosos y, sobre todo, con amor propio. Ése la guerrilla jamás se lo pudo llevar”.

 

 

¿Sugerencias, comentarios? Aquí abajo, en Facebook, o en amorsexoserologia@gmail.com

Éste es un post de ASS- (Amor, Sexo y Serología), escrito por Miguel Caballero para Imagina Más.

2 comentarios en “Yina: cuando el VIH es una herida de guerra”

  1. Gabriela Solis

    ¡Valiente! Por mujeres como tú el mundo camina hacia adelante, eres un gran ser humano Yina…Ya no más discriminación, ¡sino más amor y compresión para todos!

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